El fruto de nueve partes
(Basado en Gálatas 5:22-24)
Antes de empezar quiero abrir un paréntesis sobre la diferencia entre fruta y fruto, ya que se menciona los dos conceptos en este artículo. Las frutas son frutos, pero no todos los frutos son frutas. Un fruto puede ser un beneficio, una ganancia o un resultado que se obtiene de algo.
Si tecleas en Google, encontrarás varios títulos hablando de los frutos del Espíritu Santo. Algunos mencionan que son 9 y otros enumeran hasta 12 frutos con imágenes de distintas frutas. Pero ¿No será que están mal interpretando la palabra?
Un árbol no puede dar distintos frutos o frutas a la vez. Sea que dé manzanas o dé uvas, pero no las dos a la vez. De igual manera una fuente no puede brotar agua dulce y salado al mismo tiempo. Es antinatural que veas un árbol de mango produzca piña. De la misma manera el Espíritu Santo de Dios (valga la redundancia) no produce varios frutos o frutas como muchos lo creen. La Biblia lo precisa “El fruto del Espíritu Santo” en Gálatas 5:22 pero, aun así, muchos lo interpretan a sus maneras.
El apóstol Pablo después de hablar sobre las obras o el fruto de la carne (v. 19-21), nos habla sobre el fruto del Espíritu Santo, donde menciona las siguientes 9 características del fruto que son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y autocontrol (v. 22-24). Repito la palabra no dice “Los frutos”, sino “el fruto”, (lo puedes leer en otros idiomas, verás que está siempre en singular) una sola cosa, un solo resultado, aunque este fruto contiene varias partes o características, cualidades, compartimientos, sabores… por decirlo así. Veamos la siguiente ilustración:
Imaginemos el fruto del Espíritu como una sandía que se divide en nueve partes o rebanadas iguales y, cada parte tiene un sabor diferente de una a otra. Cada una de las partes son necesarias para tener dicha fruta exótica de varios sabores. Si quitáramos algunas partes o la mínima parte que fuera, ya no tendríamos la fruta como tal. De la misma manera, el fruto del Espíritu necesita estar siempre completo, sin rebanadas faltantes o maltratadas.
Vamos a analizar brevemente las 9 partes (sabores)
1. Amor: El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad (1 corintios 13:4-7). El amor está en todas partes de la Biblia. Nuestro Señor Jesús dijo que: “El amor es el mandamiento más grande”, es el pilar de la vida cristiana. El amor es lo fundamental de Dios. (Mateo 22:34-40)
2. Gozo: El gozo o la alegría es un estado profundo y duradero de nuestra alma que ninguna circunstancia, acontecimiento o ser humano nos puede arrebatar. Es deleitarse en Dios y elegir regocijarse en todas las cosas. Esto no significa que siempre estemos de buen humor, pero podemos permanecer en un lugar inexplicable de satisfacción.
3. Paz: La paz es como un pozo profundo lleno de confianza en que Dios es quién es y que hará lo que dice que hará. La paz viene de descansar en las promesas de Dios. “La vida en Dios no es el tener inmunidad de los problemas, sino paz en dificultades”.
4. Paciencia: Paciencia es esperar sin quejarse. La paciencia es exhibir calma en medio de situaciones estresantes. Es mostrar empatía hacia los demás cuando no están haciendo las cosas según nuestro estándar. Las personas pacientes no se enfadan, agitan ni muestran intolerancia con facilidad. La paciencia y la paz van a la mano.
5. Benignidad: La amabilidad es ser genuinamente amable con todos y cada uno. Asume que todas las personas merecen amabilidad sin importar las diferencias, puntos de vista o culturas. Vela por el bienestar de los demás y muestra compasión cuando es necesario. Las personas amables no muestran animosidad, mala voluntad o envidia hacia los demás. En otras palabras, es hacer el bien.
6. Bondad: La bondad es verdaderamente desear ayudar a los demás. Hace lo correcto y desafía a otras personas a hacer lo mismo, incluso si la conversación es incómoda. Es decente, honesto, moral, honorable, virtuoso y lleno de integridad. Las buenas personas no solo hacen lo correcto; hacen las cosas bien.
7. Fe: La fidelidad es ser confiable en nuestra relación con Dios y con los demás. La fidelidad posee una constancia y devoción en todas sus interacciones. Las personas fieles no son desleales ni frívolas con sus compromisos. La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Sin fe es imposible agradar a Dios. La fe va de la mano con el amor.
8. Mansedumbre: La mansedumbre es permitir que Dios trate con los demás para que no tengamos que tomar el asunto en nuestras propias manos. Se ha dicho que la mansedumbre es la gracia del alma. Ser gentil no significa que alguien sea débil, es todo lo contrario. Eres manso, pero no menso!
9. Autocontrol: El dominio propio es ser capaz de controlarse uno mismo. Es no dejar que nuestras pruebas y/o circunstancias nos hagan perder el control. Exhibe moderación, templanza y disciplina. Es elegir, bajo una presión significativa, perseguir lo importante en lugar de lo urgente. Es no dejar que la carne se enseñoree sobre tu vida.
Conclusión
No son 12 frutos ni tampoco son 9. Sino es UN solo tipo de fruto con 9 sabores. Si fuera nueve frutos diferentes, pues cada creyente podría decidir de producir el o los fruto(s) de su preferencia. Tal vez íbamos a ver a más personas con gozo y paz que personas con amor y mansedumbre. Abrazarían lo que más les gusten y menospreciarían lo que mas les cueste.
Pero, por lo contrario, al ser UN solo fruto; Dios mediante su Espíritu Santo nos reta para dar un fruto que lleva dentro todo lo mencionado a la vez. Debe haber un equilibrio proporcional, no puede haber compartimientos vacíos y otros rebosados. Además, Pablo agregó: “Contra tales cosas no hay ley”. Usted está libre de desarrollar un fruto de normal tamaño, grande o extravagante… no hay ley. Pero, repito, no puede faltar ninguna parte. Por tener una parte menos, ya no sabe igual. Pero tranquilo, hay una solución.
El fruto del Espíritu es el resultado o la evidencia de estar conectado en Cristo Jesús. No se confunde el fruto del espíritu con los dones del Espíritu (1 Corintios 12:1-11). Los dones son dados con el propósito de edificar creyentes, sin embargo, el fruto es producido con el propósito de desarrollar en nosotros una conexión o relación con Dios.
Pero no estamos llamados a centrarnos en el fruto; estamos llamados a centrarnos en el Espíritu de Dios, el que produce el fruto. Cuida el árbol y el fruto saldrá en su tiempo como debe de ser. ¡No te des por vencido aun cuando no veas ninguna señal…sigue regando el árbol!
Las frutas salen cuando el árbol ya ha crecido y es suficiente maduro para brotar frutos. De igual manera, el fruto del Espíritu sale cuando alimentamos al Espíritu Santo de Dios y le dejamos crecer en nuestra mente y corazón. El agricultor u horticultor no sabe cómo entra el agua y la glucosa en la manzana, pero si saben que deben cuidar y regar al manzano.
No quería terminar pero...finalmente; En Dios todos somos iguales. Y se sabe que somos de Dios por el fruto que damos. Sea hombre o mujer, religioso o no; si tu dejas crecer el Espíritu Santo en ti, darás fruto digno del Espíritu, digno de un seguidor de Cristo, digno de ser llamado hijos o hijas de Dios. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca” (Lc 6,39-45).
Que Dios le Siga bendiciendo!
Hrno. Carl Success
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